Tuesday, July 24, 2007

Libertad de expresión en Chile

Han pasado más de 33 años desde que se cerraron muchos medios de comunicación. El 11 de septiembre de 1973 se escribía uno de los capítulos más oscuros y tristes de la historia chilena. A las 9:03 de la mañana, aviones de la fuerza aérea castigan La Moneda arrasando con la casa de estado. 9:10, Radio Magallanes es silenciada. Los aviones destruyeron sus antenas, dejando en la helada mañana la arenga final de Salvador Allende y tantos años de pluralismo en la prensa.

Han pasado más de 33 años desde que se cerraron muchos medios de comunicación, y hoy en día aún no podemos retomar la senda quebrada por la dictadura militar. La propiedad de la prensa escrita está conformada principalmente por un duopolio: El Mercurio S.A.P. y Copesa controlan el 90% de los medios escritos y algunas radios. Esto contribuye la primera pista en la búsqueda de la libertad de expresión en Chile.

¿Qué es la libertad de expresión? El Artículo 19, de la "Declaración Universal de los Derechos Humanos", señala: "Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y de recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión."[1]

Otra definición que nos compete más, es la pactada en San José de Costa Rica, el año 1969 por los países pertenecientes a la OEA. En el artículo 13 se especifíca: “…este

derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas

de toda índole (…)no puede estar sujeto a previa censura sino a responsabilidades ulteriores, las que deben estar expresamente fijadas por la ley y ser necesarias para asegurar:

a) el respeto a los derechos o a la reputación de los demás, o b) la protección de la seguridad nacional, el orden público o la salud o la moral públicas (…) No se puede restringir el derecho de expresión por vías o medios indirectos, tales como el abuso de controles oficiales o particulares de papel para periódicos, de frecuencias radioeléctricas, o de enseres y aparatos usados en la difusión de información o por cualesquiera otros medios encaminados a impedir la comunicación y la circulación de ideas y opiniones.

5. Estará prohibida por la ley toda propaganda en favor de la guerra y toda

apología del odio nacional, racial o religioso que constituyan incitaciones a la

violencia o cualquier otra acción ilegal similar contra cualquier persona o grupo de

personas, por ningún motivo, inclusive los de raza, color, religión, idioma u origen

nacional.”[2]

El abanico de posibilidades para examinar si se cumple la libertad de expresión en Chile es muy amplio, por lo que nos centraremos en la prensa.

Ya dijimos que la prensa escrita estaba controlada por dos grandes empresas pertenecientes a grupos económicos y políticos similares, me refiero a la derecha liberal.[3]

El otro 10% de la prensa escrita se constituye por La Nación (diario oficialista) y pequeños medios alternativos, que en su mayoría son revistas. Claramente esto demuestra que no todos tienen la posibilidad de expresar sus pensamientos o creencias en los medios de comunicación escrita, por lo que en este caso, la sentencia es notoria: En la prensa escrita no existe libertad de expresión.

¿Qué pasa con la televisión? Según el Consejo Nacional de Televisión (CNTV), en Chile existen siete canales de televisión, en donde cuatro son privados, uno estatal, y dos pertenecientes a universidades católicas y pontificadas.[4]

De los cuatro canales privados, uno es controlado por un multimillonario mejicano, otro por un conglomerado con sede en Estados Unidos, y los dos restantes por magnates chilenos; Sebastián Piñera y Ricardo Claro. Nuevamente, todos estos personajes están asociados a la derecha liberal, destacando a Piñera, quien incluso fue candidato presidencial en las elecciones pasadas. Y si hablamos de televisión por cable, el camino se pone aún peor. La única empresa en Chile en este ámbito es VTR, controlada por GlobalCom, una empresa norteamericana.

El panorama sigue sombrío luego de revisar la televisión, aquí tampoco existe plena libertad de expresión.

La radio es calificada como el medio más creíble por los chilenos. Durante los últimos 10 años, estudios realizados por las más prestigiosas universidades y empresas especializadas del país, sitúan al medio en el primer lugar de credibilidad y cercanía a la gente[5]. El directivo de la Asociación de radiodifusores de Chile (ARCHI), Luis Pardo, señala que existen alrededor de 1.380 estaciones a lo largo del país. Asimismo, señala que es el medio más diversificado, no sólo en su propiedad sino también en su contenido, ya que existen diversas tendencias políticas, denominaciones religiosas, segmentaciones programáticas.[6]

No obstante, Tomás Mosciatti, director de Radio Bio-Bío, expone: “Se dice 1.380 radios y eso es falso, no es una radio aquella que es repetidora, es un punto de emisión, pero no es una radio( ...) Cada vez hay menos radios en Chile o menos radios relevantes. Yo estoy convencido de que estamos caminando hacia la no pluralidad y en eso somos responsables todos: los que trabajamos en radio, la Archi es sin duda históricamente responsable de esto, la instalación de estaciones repetidoras, la falta de estaciones locales”.

Las principales o las que tienen mayor alcance, están en manos de privados. Las demás, pertenecen al rango “Radios Comunitarias”, que en Santiago son 74 y en regiones 102.[7] Una radio comunitaria, como lo dice el nombre, es formada y financiada por una comunidad, en donde se transforma en: “ un campo de iniciativa, creatividad y acción colectiva, no orientada al lucro o a la apropiación individual de beneficios económicos, ni tampoco a los fines de competencia y conducción “desde arriba” de la sociedad y del Estado.”[8] Es decir, estamos hablando de medios alternativos que apenas se sustentan, pero que por lo menos existen. La libertad de expresión aquí, a pesar de no ser óptima, es más respetada que en los otros medios.

Por último, voy a referirme a los medios de comunicación digital. En Chile existe aproximadamente una tasa de 96% de analfabetismo digital[9], es decir, gente que no sabe como navegar en Internet. Empero, este medio se ha convertido en uno de los más democráticos para los que saben utilizarlo. Ya sea a través de los blogs, radios e incluso televisión on-line, cualquiera puede exponer sus ideas al mundo entero. Uno podría pensar entonces que aquí si existe libertad de expresión. Un momento, los invito a conocer un caso. GranValparaíso (GV) funcionó hasta hace un mes como una apuesta pluralista, decidida a devolver el periodismo a los ciudadanos. Sin embargo, en mayo de 2007 este dejó de ser un diario propiamente tal, para comenzar a funcionar como un simple blog. Raúl Gutierrez, editor de GV, dice que el concurso “Fondo de Desarrollo de Medios Regionales” del año 2006, el que supone brinda apoyo monetario a distintas alternativas de prensa, presentó irregularidades durante el desarrollo del concurso. Puntualmente, Gutierrez apela a que existe una “falta de idoneidad de algunos integrantes de esa instancia resolutiva”[10]. Es más, refuta que: “…algunos integrantes del jurado se manifestaron de manera agresiva y prejuiciosa en contra del GRANVALPARAISO, y por extensión a cualquier proyecto que éste presentara, debido a sus aceradas críticas a los medios convencionales vigentes; para ser más francos, a los efectos devastadores que ha tenido para la formación de opinión pública en la zona la hegemonía que ha impuesto la empresa El Mercurio”[11]

¿Qué sucede con la prensa chilena? Cristian Zegers afirma que “…hoy todos aceptan la libertad de expresión como un derecho general, pero cuando ven una remota posibilidad de que esa información les afecte, ahí surge un ánimo por constituirse en una especie de parapeto para que la información no pueda llegar hasta su ámbito”[12] Seguramente esa es una de las respuestas más probables.

Otra podría ser que los medios de comunicación masivas están sentenciados a sobrevivir en el mercado, es decir, bajo esas leyes. Prensa al servicio de la publicidad, el que no la posee, no sobrevive. Ejemplos: Rocinante, El Metropolitano, Diario 7, Gran Valparaíso.

Sin duda, en Chile hace falta algún organismo regulador que vele por la calidad, cantidad y ética de la información, de mantener la libertad de expresión, la que corresponde a un requisito básico en una sociedad que se quiere llamar “democrática”. El Colegio de Periodistas es sólo una instancia gremial que no tiene ningún poder jurídico, incluso presenta una gran falta de recursos, atribuciones y miembros.[13]

En este trabajo no he querido referirme a claros desacatos a la libertad de expresión, como lo han sido los casos Matus, con su “Libro Negro de la Justicia Chilena”, “La Última Tentación de Cristo”, el caso Paulse – Ale y tantos otros que han enlutado a la democracia chilena.

Y apenas mencionar los casos de maltratos y encarcelamiento de periodistas por parte de Carabineros de Chile. El Committee to Protect Journalist menciona: “Policía local puñeteó, pateó, y empujó con escudos a seis periodistas que cubrían los enfrentamientos entre la fuerzas de seguridad y estudiantes secundarios”[14]

Y por supuesto, no es primera vez que nos llega un tirón de orejas desde el extranjero. En el informe del Human Rights Watch para Chile en 2001, ubica a nuestro país como el segundo peor calificado. “Ha faltado voluntad política para anularlas (refiriéndose a las leyes de Seguridad Interna). Lo mismo sucedió con la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en febrero de 2001, donde se llamó la atención por el caso “La Última Tentación de Cristo”[15]

No es posible hablar de que existe libertad de expresión en Chile, no como tal por lo menos. A lo mejor podemos buscar algunas instancias, o contrastar con la realidad del pasado, pero no estaríamos asumiendo el problema. Los medios de comunicación perteneces casi en su totalidad a privados ligados mayoritariamente a la misma doctrina política y económica. Asimismo, un medio de comunicación no puede sobrevivir por si mismo, si no debe recurrir al financiamiento de privados o publicidad, ya que no existen organismos que velen por el correcto funcionamiento de la prensa en Chile.



[3] Krohne, Walter, “La libertad de expresión en Chile bajo la atenta mirada de la crítica”, Pag. 60, año 2002, Ed. Honrad Adenauer Stiffung, Santiago-Chile.

[4] No se contaron las televisoras regionales

[10] http://www.granvalparaiso.cl/diario/fondo.htm

[11] Ibidem

[12] Op cit “La libertad de expresión…” Pag. 16

[13] Ibidem

[14] http://www.cpj.org/attacks06/americas06/snaps_americas06.html#chi

[15] Op cit “La libertad de expresión…” Pag. 19

Wednesday, July 04, 2007

Historia del acorde que nunca dejó de sonar

Y toda la historia acabó en ese momento. Su cuerpo yacía frío en mis brazos y no pude evitar las lágrimas, a pesar de que todos estaban ahí. Nunca más hacerla vibrar con tan sólo tocarla y las tardes en que me pedía a gritos que la hiciera mía ahora son sólo recuerdos de su ausencia que nunca se irá. Creo que la melodía de sus canciones retumbará en mi mente una y otra vez, y cómo no hacerlo, si fue la primera y la única. Ahora pienso que fue un error haberla tomado ese día, ese fatídico día… y caminar por el mismo patíbulo, sólo que yo sin ella he muerto en vida y ella vive en su muerte. Cómo podría imaginar que sería el viejo Sherwood, ese parque en frente de la Escuela de Periodismo, el lugar en donde mi guitarra fue rota. Valiente heroína, compañera de tantas batallas. Toca la última canción para mí y que sea la más triste, porque ni todos los pésame ni todas las cursilerías del mundo te alejarán de mi alma, Guitarra mía, dueña de mi inspiración.